domingo, 31 de mayo de 2015

Un sentimiento sin nombre...



Es media noche, sigue lloviendo… Llevo unas horas inmersa en un agradable y profundo sueño. Levemente, noto que Sergi sale de la furgo a satisfacer las necesidades de su vejiga, aunque yo sigo en mi agradable sueño con el goteo de la lluvia de fondo; pero enseguida escucho a Sergi llamándome con insistencia hasta que respondo, no de forma muy agradable debido a mi somnolencia.

- “Tienes que salir y ver esto. Ha sido la meada más bonita del mundo…”



Solo por esa frase, creo que merecerá la pena asomar la cabeza y ver que pasa. Que razón tenía… un cielo cubierto por una inmensidad de estrellas, a cual más brillante, es la causa justificada de que mi sueño haya sido perturbado. En este momento, firmaría por que todas las noches de mi vida fueran así.



Amanece un precioso día sobre el valle de Logarska. Ya no hay ni rastro de la lluvia de anoche, solo un poderoso Lorenzo con ganas de iluminar las próximas horas.

Salgo de la furgo con una única intención: darle los buenos días a mi querida montaña. Mi primera mirada hacia ella ya me hace sonreír.

Desayunamos y nos acercamos al panel con el mapa del valle que tenemos a tan solo unos pasos. Existen 3 cascadas en la zona a las cuales, en teoría, se puede acceder sin dificultad. Cogemos la furgo y, atravesando el valle, aparcamos a un par de kilómetros de donde nos encontramos, justo en el principio del sendero.

Es en este punto donde empezamos a caminar en busca de dichas cascadas.



Es bastante temprano y únicamente nos acompaña el canto matutino de los pájaros y una agradable y simpática perra. En un principio pensé que solo se acercó a curiosear, hasta que vi sus intenciones… Era nuestra guía. Camina por delante nuestro y de vez en cuando se gira para asegurarse de que seguimos sus pasos. Es más, llegamos a creer que se dedica a esto, pues justo cuando escuchamos el sonido de las cascadas cerca, nuestra guía se adentra en el bosque dirección a ellas. Aunque nosotros tan solo podemos ver alguna a lo lejos, pues el deshielo ha hecho destrozos en la zona y es imposible acercarse a tocar sus aguas.

Después de un buen rato disfrutando de este sendero y cuando nuestra guía decide abandonarnos continuando libremente su camino, nos damos media vuelta y tomamos la decisión de coger la furgo y dirigirnos a la cascada más conocida y mejor señalizada de este lugar. La cascada Rinka. 



Las indicaciones nos llevan a un área recreativa donde aparcamos la furgo. Las señales nos dicen que la cascada está a tan solo 10 minutos y así es. Una agradable subida atravesando mi querida montaña, esa que me tiene enamorada desde ayer, nos lleva directos a la cascada Rinka.
















Cerca de 90 metros de caída que vienen directos del rio Savinja, que además nos da la oportunidad tanto de poder tocar su agua, como de poder verla desde varios ángulos y alturas gracias a un mirador que hay.

 Estamos solos, como de costumbre, y subimos al mirador a ver esta preciosa caída de agua. Aunque aquí arriba hay algo que me llama más la atención… La cascada es preciosa, si, pero en el otro extremo del mirador tengo a mi montaña; prefiero ver esta imagen a la imagen de la cascada. Me siento y la admiro… me da paz, calma y me provoca sensaciones únicas. Los alpes de Kamnik y de la Savinja, ese es su nombre. 



Bajo del mirador, consciente de que no puedo quedarme embobada eternamente, y me acerco a ver la cascada desde abajo. Es espectacular mirar hacia arriba desde este punto.




Ya habiendo exprimido este lugar y sabiendo que después de esta cascada ya solo queda tomar carretera de vuelta a casa, nos miramos y decidimos regresar a la furgo.





Ya en ella, noto que un sentimiento de tristeza nos atrapa a los dos. Bajamos las ventanillas de la furgo y respiramos el aire alpino que nos deja, por última vez, Eslovenia. Apenas hablamos, ni siquiera llevamos la música puesta. Yo solo pienso en que no quiero irme de aquí nunca, dándome la sensación de que todo ha sido un agradable sueño y que, en cuanto despierte, estaré en mi cama.



Ya llevamos unas horas de carretera buscando la salida del país. Son las 14:00 de la tarde y nos encontramos a la altura de Vrhnika. Estoy de copiloto con una postura bastante cómoda donde veo la oportunidad de echar una cabezadita. Con los ojos cerrados, pero aun despierta, escucho a Sergi que me indica que mire uno de los carteles con el gracioso nombre de una población y automáticamente un estruendo, acompañado de un golpe en la furgo, hace que abra los ojos de un sobresalto. Acaba de reventar una rueda sobre el bordillo… No me lo puedo creer… Sergi maldice la situación y su despiste. Yo lo maldigo a él interiormente, pues lo veo muy nervioso y creo que lo mejor que puedo hacer es intentar tranquilizarlo y buscar solución a este problema. Mientras el se acerca al bar que tenemos cerca, yo me quedo en la furgo revisando sus papeles del seguro y buscando alguna solución. Encuentro un número de teléfono al que se puede llamar desde el extranjero, aunque Sergi no tiene muy claro en este momento que esa compañía sea la de su seguro actual. Sergi vuelve diciéndome que la camarera ha llamado a la policía para que vengan a ayudarnos. Acercamos la furgo al parking del bar y un hombre sale a ayudarnos. Consigo comunicarme con él en inglés y me dice que lleva herramientas y sabe como cambiarnos la rueda. Acaba de convertirse en nuestro héroe… Aquí ya me relajo y empiezo a reírme, me pasa normalmente en situaciones tensas. Sergi sigue nervioso aunque consigo sacarle alguna sonrisa y se le ve más relajado que antes. 




Intentamos agradecerle a nuestro héroe la ayuda con dinero, pero solo nos acepta la invitación a un café. El héroe es un camionero esloveno que me cuenta varias anécdotas vividas en sus viajes, incluida España. A la camarera le dejamos una buena propina por su ayuda. Aun queda gente buena en el mundo… me siento muy agradecida en este momento.

Continuamos nuestra vuelta a casa. Pasamos frontera dejando atrás Eslovenia y entramos, de nuevo, en Italia. Decidimos hacer la vuelta por autoestrada… perdón, autopista en castellano. No tenemos nada más que visitar y queremos llegar cuanto antes. Ya es de noche y toca parar a dormir; en Bagnollo Mella, cerca de Brescia, nos espera un área de servicio donde pasar la noche.



Madrugamos bastante por el ruido de la carretera, desayunamos y continuamos nuestra vuelta a casa. Italia está repleta de túneles, es algo alucinante, no te da tiempo a pestañear y ya estás inmerso en otro túnel.

La autopista aquí es muy cómoda, pues no tienes que pagar peajes cada cierto recorrido; una vez entras en autopista, haces tú recorrido y pagas cuando quieres salir de él (España, otra gran idea de la que podéis tomar ejemplo). Nosotros pagamos en la frontera con Francia.

A partir de aquí, los peajes nos recuerdan a los de España, llevan la misma dinámica.

Paramos a comer en el área de servicio de Le Rousset y continuamos. Poco más de 6 horas más tarde, pasamos frontera española. No nos alegramos de ello, la verdad. Ya todo nos recuerda a la rutina y somos conscientes de que el final de este sueño ha llegado.

Ponemos los últimos litros de gasolina, pues ya casi estamos en reserva; conecto el móvil y contacto con mis padres que hacía ya 2 días que no sabían de mi. Esta misma razón es la que les hace no entender nada cuando les digo que estoy en Girona; lo último que les había dicho era que estaba en Maribor, casi en Austria. Me resulta muy gracioso este momento. También hablo con Angel, mi otro miembro de esta familia de santiaguines, y con mi prima Elena. Ambos viven en Barcelona y quiero verles.

Llegamos a Mataró, donde vive Sergi y colocamos mis cosas en la maleta que dejé en su casa. Luego me acerca a Barcelona capital donde mi prima Elena me recibe con los brazos abiertos y me da cobijo durante esa noche. 


Ya había hablado con Ángel para vernos al día siguiente y me despido de Sergi con un abrazo y un “hasta mañana”. Se me hace extraño no dormir con el esta noche, se me hace extraño no dormir en la furgo…



Pero bueno, tampoco tengo tiempo de pensar, pues tengo muchas cosas de que hablar con mi prima. Aunque antes, le pido que me deje ducharme, es algo que necesito ya urgentemente. Una exquisita ensalada me espera encima de la mesa cuando salgo de la ducha. Me sabe a gloria…

Saco por internet mi billete de autobús de vuelta a Valencia. Será mañana por la noche cuando regrese a casa.

Elena tiene clase a la mañana siguiente, pero ello no es impedimento para que nos quedemos hablando hasta bien entrada la madrugada. Cierto es, que esta es la primera vez que tengo de conocer más interiormente a mi prima, a hablar de forma muy sincera y aprovecho bien esta oportunidad. Estamos muy cómodas conversando de nuestras cosas, pero ya es hora de irse a dormir. Yo estoy de vacaciones, pero ella no.



Mi prima padecía ayer de que durmiese en el sofá, pero ha sido como dormir en un colchón de latex… ¡que maravilla! Después de dos semanas en una furgo, esto es el paraíso de los colchones. Me despierto temprano y me quedo viendo mis fotos del viaje hasta que Elena se despierta. Desayunamos y ella se va a clase. Me deja las llaves y yo me vuelvo a dar una rápida ducha, me visto y salgo a pasear por las calles de Barcelona. Me encanta esta ciudad, adoro su ambiente, caminar por sus calles me da vida. Disfruto de este estrés de ciudad por muy extraño que suene.


Hablo con Elena y quedamos en que la esperaré en la puerta de la universidad para volver juntas a su casa, donde esperaremos a Arnau, su chico, y comeremos los tres juntos. Eso si, antes de recoger a mi prima en la universidad, me doy un rodeo por el camp nou.



Una agradable y divertida comida, con un caluroso día acompañándonos. Ya después de comer, hacemos la digestión en su casa mientras hablamos de nuestras cosas y les cuento anécdotas del viaje. Muy amablemente se ofrecen a llevarme en el punto donde he quedado a media tarde con Ángel para tomar algo. Me despido de ellos y les agradezco la increíble acogida que me han dado. Gracias chicos…



Me reencuentro con Ángel; ¡¡Que alegría volver a verlo!! Ha pasado casi un año desde la última vez. Sergi al final no acude a la cita, un virus estomacal se ha apoderado de él. Solo espero que yo no lo haya cogido también.




Horas y horas hablando de mil cosas con Ángel, compartiendo ilusiones y recordando vivencias del camino de Santiago. Se nos pasa la tarde entre cervezas y risas. Son casi las 22:00 de la noche y mi autobús está a punto de salir. Angelillo me acompaña a la estación, que está aquí al lado y ya ahí nos despedimos. Hasta pronto, amigo. Buen camino.

Subo al autobús y me siento en mi asiento correspondiente con la idea de relajarme y dormir; me quedan 4 horas hasta llegar a Valencia. Pero tengo una idea equivocada de esta vuelta a casa, va a ser de todo menos relajada. Empezando con que se me sienta una hombre de grandes dimensiones a mi lado y me permite tener poca movilidad en mi asiento. Pero lo peor no es dicho hombre, sino el niño de apenas un año que hay detrás de mi… Ya el hecho de tener niños cerca me pone nerviosa, pero tener uno de corta edad llorando sin respirar durante dos horas exactas de reloj, es algo que pone a prueba mis ganas de matar. Es desesperante, ni siquiera puedo cambiar de asiento porque el autobús está completamente lleno; tampoco puedo decirle nada porque es un niño y ni su padre es capaz de hacer que se calme. Ni poniéndome la música a un volumen alto hace que deje de oírlo de fondo. La gente de mi alrededor está igual de desesperada que yo. Esto es un verdadero infierno, quiero salir de aquí.

Dos interminables horas más tarde es cuando, por fin, el niño se duerme y el resto del autobús soltamos un suspiro de alivio. Ahora si, ya consigo relajarme y dormirme media hora. El autobús llega antes de lo previsto a Valencia, cosa de la que me alegro. Cojo un taxi y aparezco en la puerta de mi casa.

Mi hogar… está raro, todo cerrado y sin Darco. Suelto la maleta, me pongo el pijama y me voy a mi cama. A esta señorita si que la he echado de menos, más que yo, mi espalda.

No puedo dormir sin hacer algo antes; cojo mi cámara, la pongo en modo vídeo y empiezo a grabar. Después de mis viajes me gusta dejar constancia de mis pensamientos, ya sea en vídeo o en papel; pues es el momento donde mis sentimientos están más a flor de piel y mis recuerdos están más frescos. Grabo este video, apago la luz y me duermo.

Mañana iré a recoger a mi pequeño, estoy ansiosa por verlo y sé que se va a volver loco cuando me vea. Tengo ganas de llevármelo por ahí y que disfrute corriendo, que sienta la libertad.

También me pueden las ganas de abrazar a mis padres y contarles cada detalle vivido. Van a disfrutarlo mucho…



Hoy no diré ni bonne nuit, ni buona notte ni lacko noc. Esta noche diré Bona nit…





Han sido 4.000 kilómetros recorriendo una pequeña parte de Europa. Francia, Italia y Eslovenia… Países que, para mi, han pasado de ser desconocidos a poder decir que he estado en los mejores rincones de ellos. Y seguro que me he dejado mucho por ver. Idiomas, culturas, gente, humanismo, naturaleza… pura vida.

Una experiencia absolutamente inolvidable, un estilo de vida que pienso que está hecho para mi. El tener la naturaleza tan al alcance de mi mano, es una sensación tan única que se convierte en un sentimiento sin nombre, no sabría cómo llamarlo. Solo sé que cada vez quiero más, que quiero rodear mi vida de momentos como los que he vivido en este y en cada uno de mis viajes, pero que sea todos los días de mi vida… Tengo claro el destino, solo tengo que trazar el camino…



Una vez más y sin cansarme de decíroslo, gracias… gracias por caminar conmigo.









Pasaros por la nube de Sergi y podréis vivir este viaje, desde otra perspectiva.

Sergi en su nube




martes, 19 de mayo de 2015

Por el momento, es mi momento...




Por fin… por fin duermo del tirón y sin pasar frío. La temperatura esta noche ha sido más alta y mi cuerpo lo ha agradecido. Ya me merecía una noche así. Gracias a este agradable descanso, me levanto con una energía envidiable; tengo ganas de muchas cosas, estoy muy descansada.

Desayunamos y ponemos rumbo a Maribor; la segunda ciudad más grande de Eslovenia situada al noreste del país, casi tocando la frontera con Austria. A unos 140 kilómetros de donde estamos ahora.

De camino, en la radio, suena una canción latina la cual nos llama mucho la atención por el hecho de que por fin entendemos algo de lo que dicen.

Ya en Maribor intentamos, fracasadamente, aparcar cerca del centro de la ciudad; pero es imposible y acabamos dejando la furgo en un centro comercial a unos 3 kilómetros andando.

Caminamos en busca del centro de la ciudad y lo primero a destacar es el río Drava cruzando dicha ciudad. Tras él puedo observar la gracia y el encanto de sus casas. Damos un paseo por la orilla del inmenso rio y nos adentramos en sus pintorescas calles. 

























Maribor fue elegida capital cultural europea en 2012 y no es de extrañar… Sus callejuelas nos llevan de lleno a la plaza del ayuntamiento y, atravesando un arco bajo el balcón del ayuntamiento, nos metemos en una placita donde existe un parchís gigante que me llama mucho la atención.





 Seguimos caminando sin rumbo, ya que no encontrábamos mapa por ninguna parte, y acabamos en las puertas de la universidad de Maribor; memorable por su fama en el país. En esta misma plaza se encuentra la catedral.





Conseguimos encontrar un pequeño mapa del centro histórico en una de las paredes de esta plaza donde nos encontramos; queremos ir al centro de información turístico, pero antes preferimos parar a comer. Hoy nos apetece comer algo en condiciones; llámese trozo de carne o plato de ensalada. Algo que no pasa por nuestros estómagos desde hace ya más de 1 semana. 





Vemos un restaurante sin demasiado glamour, pero con muy buena pinta y decidimos entrar a coger mesa. Un agradable camarero nos atiende con un trato único e inmejorable y en inglés, cosa que se agradece porque si hubiese sido en esloveno iríamos perdidos. Me pido una especie de hamburguesa enorme de no sé que tipo de carne (he de decir que desconocía su tamaño cuando la pedí) rellena de verdura y queso, acompañada por un gran plato de ensalada y una buena cerveza. Sergi aún tiene mejor estómago y su plato de carne supera el mío. Se nos van a saltar las lágrimas de emoción por comer carne. Es lo que tiene viajar de esta manera…

Estoy hinchada, no me pasa casi ni el aire, pero soy incapaz de dejar nada en el plato. Es que hasta el pan tiene la mejor pinta que he visto yo en mi vida. Con calma y sosiego, consigo terminar con la sensación de que en cualquier momento voy a explotar, pero con la felicidad de haber comido en condiciones.



Continuamos nuestro paseo, de forma lenta por la pesadez en el estómago y vamos en busca de la oficina de turismo de forma fracasada, ya que una vez allí nos encontramos con que estaba cerrada. No importa, seguiremos nuestro camino de igual modo.

Nos vamos en busca del castillo, el cual yo esperaba ver en lo alto de algún monte a las afueras de la ciudad, lo normal, ¿verdad? Pues no, el castillo de Maribor se encuentra en el centro de dicha ciudad, como un edificio más. De camino a él, un restaurante mexicano anunciando paella nos obliga a entrar y preguntar, como mínimo, si hablan español. Primer fracaso, ni siquiera entendían el inglés. Miedo me da las paellas que podrían hacer allí, mejor no saberlo.

Llegamos a una gran plaza con un mercado artesanal, música y mucho ambiente alegre. Están de fiesta por esta zona, ¡¡que bien!! Al fondo, el peculiar castillo. 







En este país, haga frío o calor, los helados se venden durante todo el año. Hoy hace calor y tomar algo dulce después de la gran comilona, apetece bastante. Un heladito mientras vemos su mercadillo artesanal, bordeamos el castillo y disfrutamos de la zona. Un enorme monumento en forma de esfera, conmemora a las víctimas de la segunda guerra mundial.




Ya no queda mucho más que ver por esta ciudad, así que vamos haciendo camino hacia la furgo bajo un abrasador Lorenzo. Me encanta la decoración que le dan a los contenedores en esta ciudad, dejan de ser “tragadores de basura” para convertirse en algo más alegre.




Por fin en la furgo, lo primero que hago es cambiarme de ropa y ponerme casi de verano. Una parada en el baño del mc donald’s y tomamos carretera rumbo al centro norte del País, a un lugar que descubrió Sergi buscando información antes de salir de viaje: el valle de Logarska (Logarska dolina), frontera con Austria. Será nuestra última noche en Eslovenia, la vinjeta (el permiso para conducir por carreteras eslovenas) se nos termina hoy y mañana ya saldremos del país.



La carretera hacia Logarska es tranquila y con un paisaje de lo más norteño. Casi puedo ver a Heidi corretear por los prados… que relajación… 
















Un par de horas de agradable carretera y casi sin darme cuenta, algo interrumpe mi estado de calma. Ese algo es la imagen de una montaña, quizás la montaña más bonita que haya visto nunca. No puedo evitar dejar escapar por mi boca una expresión de asombro ante tal imagen; ha sido girar una curva y aparecer sin avisar provocando en mí un sentimiento casi indescriptible al ver esta montaña. 



Pero ya no solo es la montaña, conforme se va abriendo el valle aun me asombra todo más. Es un lugar mágico… y lo mejor es que aquí vamos a pasar la noche. No puedo creerlo…

Aparcamos la furgo en un pequeño aparcamiento donde se encuentran dos caserones rústicos: uno es un hotelito de montaña y el otro un refugio de adiestramiento canino. Detrás del hotel existe una cascada que visitamos en cuanto dejamos aparcada la furgo. 



La cascada de Palenk, con sus 40 metros visibles de cascada (78 reales) en un rinconcito de lo más bonito, nos hace pasar otro agradable rato en plena naturaleza disfrutando de su sonido y su preciosa caída de agua.

























Un buen rato después de este gran momento de relajación, decidimos ir a la furgo a empezar a prepararnos para la noche, pero antes tengo un impulso incontrolable, desde hace un rato, de hacer algo…

Cojo mi cuaderno, mi bolígrafo y me siento en medio del valle, cara a esa montaña que me ha despertado algo por dentro y suelto mi mano, comienzo a escribir todo lo que he sentido desde el primer momento que la he visto. Un texto lleno de emociones y sensaciones provocadas por una montaña… Una montaña alpina, esa que separa a Eslovenia de Austria ¿eso es posible, se puede sentir algo por una montaña? Yo lo he sentido… 



Dichas palabras, dichas sensaciones me las reservo para mí; quizás, algún día, publique este momento tan especial que he vivido. Pero por el momento, es mi momento…



Vuelvo mi mente al planeta tierra y veo que Sergi está sentado unos metros más hacia atrás observando el valle tan espectacular que tenemos enfrente. Los perros del recinto de adiestramiento corretean alegremente por la zona y no puedo evitar acordarme de mi pequeño… Como lo echo de menos, lo imagino por este lugar correteando y disfrutando más que nadie, soy capaz de imaginarme una vida aquí con él… 






Ya cuando cae la noche, empieza a llover y nos metemos en la parte de delante de la furgo, con mapa en mano, a estudiar un poco el camino de vuelta a casa. Hay que pensar en ir volviendo, muy a nuestro pesar…



Sigue lloviendo y esto mismo evita que haga frío. A mí la lluvia me relaja para dormir y la tarde tan mágica que he pasado frente a esa montaña y aún con esa sensación tan increíble en mi estómago, hace que me duerma plácidamente. Ha sido todo como un sueño, un sueño hecho realidad; este valle es realmente mágico… Os invito a soñar conmigo…







Lahko noc…