lunes, 27 de abril de 2015

El Soça es de otro planeta..


Despertamos bastante temprano, es entre semana y el sonido de los niños entrando en el colegio nos despierta. Esta noche ha sido muy fría, la humedad y los alrededor de 5º de temperatura, han hecho que lo pase bastante mal por muy abrigada que estuviese.

Hoy queremos visitar la casada Boka, cercana a Bovec (localidad donde nos encontramos) pero para ello hay que retroceder unos kilómetros. Cogemos la furgo y decidimos desayunar en un merendero que hay allí mismo.

Ya preparados para iniciar el día, cogemos mochila y nos dirigimos a ver la cascada lo más cerca posible. Tardamos apenas media hora en llegar al mirador, el punto más cercano a dicha cascada, aunque demasiado lejos para nuestro gusto. Pero por la dificultad de la zona, no es posible verla desde más cerca.



La cascada de Boka es la más alta de Eslovenia, con 136 metros. La impresionante garganta de dicha cascada es el resultado de la brutal fuerza de su corriente de agua. Estamos en primavera y apenas cae agua de ella; pero en época de deshielo o fuertes lluvias, son decenas de litros cúbicos por segundo los que hacen que suba el nivel del agua en muy poco tiempo. Todo esto hace que entre de lleno en el Triglav y enlace con el magnífico río Soça.

Regresamos en un tranquilo paseo hasta la furgo. Ya hemos estirado bien las piernas y tenemos ganas de más. Tomamos carretera dirección Kranska Gora, pero antes nos desviamos a ver la fortaleza de Kluze y a investigar sus alrededores. No podemos acceder a su interior porque hemos cogido la única época del año en la que está cerrada… ¡¡vaya casualidad!! Pero aun así disfrutamos de su exterior.









Continuamos nuestro camino haciendo una obligada para en los gorgos del río Soça. Aquí pasaremos mucho rato…






Tomamos, a pie, un pequeño sendero que va por encima de la garganta y muy intrépido por la peligrosidad que conlleva caminar a ras de ella. Pero tan gratificante las vistas que nos deja, que no hay vértigo que domine en esta situación. Mucha cautela y a disfrutar de este lugar.



Me fascina la erosión creada en las paredes de dicha garganta por el paso del Soça. Hay tramos donde la fuerza del río es inhumana y en cambio otros se convierten en una agradable y relajada piscina en la que dan ganas de saltar y darse un baño en sus cristalinas aguas.



Caminamos hasta el punto donde el mismo sendero se va desviando hacia el lado contrario a la garganta y decidimos volver hasta el punto donde hemos aparcado y continuar caminando hacia la parte de abajo; siempre siguiendo a nuestro querido Soça expectantes a lo que nos pueda ofrecer esta vez.




Y como no, no deja de sorprendernos… esta vez nos invita a su parte más calmada y de mayor belleza. No perdemos la oportunidad de sentarnos a admirar y sentir esa relajación que nos está ofreciendo. Varios minutos de silencio escuchando el sonido de la naturaleza, abren en mi interior todo esa calma que tanto quiero en mi vida. Me siento como si estuviera sentada en una nube…





Desde este punto podemos comprobar que unos metros más hacia abajo, tenemos la oportunidad de ir a orillas del río y eso nos abre las ganas de, como mínimo, mojarnos los pies. Así que allá vamos.




Ya en su tranquila orilla, tardo bien poco en descalzarme y meterme dentro del agua, pero no soy capaz de aguantar más de 30 segundos dentro. Mientras Sergi me llama exagerada al escuchar los pequeños gritos que lanzo de dolor por la congelación que estoy sufriendo, intento salir del agua con la sensación de que me están clavando cuchillos a la vez que siento como se me paraliza la circulación de la sangre de rodillas para abajo. Una vez fuera y recuperando el riego sanguíneo, es Sergi el que entra a comprobar el agua y sale rápidamente en el mismo estado que yo. Exagerada me llamaba…



Es evidente que esto nos ocurra, es un río alpino… su agua cae directamente de la cima de los alpes. Hielo puro, os lo aseguro. Pero eso no nos impide disfrutar del lugar… sentarme en la orilla, jugar a lanzar piedras al agua y escuchar el sonido que hace al caer es algo que me relaja más que cualquier sesión de meditación.



Cerca nuestro hay dos hombres practicando pesca (y luego soltando al pez, dato que quiero destacar). Nos acercamos y, desde una roca cercana, nos quedamos observándolos. Resulta muy relajante la situación… Nos hacen pasar un rato muy agradable y no dudo en agradecérselo cuando deciden irse a comer y se despiden de nosotros.

Al poco rato, decidimos regresar a la furgo. Por desgracia no podemos permanecer eternamente en este lugar y además, queremos seguir conquistando este país.



La siguiente parada, muy breve, la hacemos en un puente que cruza el Soça. Dicho puente lleva a unas pintorescas casitas sin mucho más que recalcar. Bonito lugar.



Cogemos de nuevo carretera con la intención de pasar por la localidad de Trenta, pero sin saber como lo hicimos, nos la pasamos de tal manera que ni siquiera vimos la señalización… ¿sería la paz y tranquilidad que llevábamos?


De esto nos dimos cuenta cuando nos vimos de lleno en el mismísimo paso de Vrsic… Se trata de una puerto de montaña, con 50 curvas de 180º numeradas y que alcanza los 1611 metros de altitud. Paso fronterizo donde en la primera guerra mundial, prisioneros rusos trabajaron en la mejora de la ruta para la estrategia que tenían preparada los austriacos camino al norte de Italia.



Al llegar a la cima de dicho paso, un merendero en pleno paisaje nevado nos llama para que nos sentemos en él a comer. Es brutal lo que tenemos alrededor, estamos rozando la cima de los alpes…




El sol hace mucho más acogedor el momento y sale la niña que llevo dentro. Quiero caminar sobre la nieve y ver cómo me hundo en ella, intentar hacer un fracasado muñeco y tumbarme a hacer el ángel. Sergi no duda en unirse a este juego y acabamos pasando un rato divertidísimo. Nunca hay que olvidarse del niño que llevamos dentro y más en momentos así, hay que dejarlo salir, dejarse llevar por él.





Después de haber comido y haber pasado este agradable rato, continuamos en descenso sobre el paso de Vrsic y cuando llegamos a los 1000 metros, encontramos la capilla Rusa; construida en honor a los presos rusos fallecidos en la primera guerra mundial. Realmente preciosa y muy de la arquitectura rusa.





Nos despedimos del paso de Vrsic y nos encontramos con el precioso lago de Jansa por donde damos un tranquilo y agradable paseo bordeando su orilla y empapándonos de la tranquilidad del lugar. Como me gusta caminar… como me gusta la naturaleza… que libre me siento en ella…













Hoy solo nos queda una última cascada que visitar, la de Pericnik; situada en el valle de Vrata.

Llegamos a la zona y un cartel nos prohíbe el paso con coche por las inundaciones producidas unos años atrás, pero le preguntamos a un ciclista que rondaba por allí y nos dice que si que podemos pasar, que existe un parking un par de kilómetros más adelante. Nos fiamos de su palabra y vamos.



Y efectivamente, el acceso al parking está despejado, más adelante es cuando ya está prohibida la circulación. Pero la cascada está justo aquí. Cogemos sendero y en breves llegamos a la cascada. 68 metros de una caída de agua preciosa… acompañada de un alrededor con mucho encanto.



















Existe un punto curioso en esta cascada y es que se puede pasar por detrás de ella. El sendero real está tapado por un bloque enorme de hielo que impide el paso, pero Sergi acaba inventando uno de sus senderos imaginarios y arriesgados. A pesar de yo haber visto una posibilidad más segura que la suya, sigo sus pasos maldiciéndolo durante el tramo. Pero el caso es que llegamos donde queríamos.


Se ha creado una especie de cueva tras la cascada que es la que permite el paso por su parte trasera y poder contemplarla desde muy cerca. Tan cerca que el techo desprende agua como si se tratase de una intensa lluvia. Disfruto de este momento abriendo la palma de mis manos y dejando que el agua me moje de lleno, bebo de las paredes de la montaña… ¡¡naturaleza en estado puro!! Me siento como en casa.





Para salir de aquí tomo yo la iniciativa y desciendo, como si fuese en una tabla de snow, sobre una zona pedregosa junto a la cascada. Un poquito de aventura sin peligro, nos lleva a tener que cruzar un estrecho tramo del rio, donde, a pesar de la ayuda de las piedras, acabo teniendo que meter uno de mis pies en el agua para poder cruzarlo. Un precioso bosque al atardecer nos lleva de nuevo a la furgo.



Ahora si, el día ya acorta luz y tenemos que ir a buscar sitio para dormir. Decidimos que va a ser Bled la ciudad que nos de cobijo. Bled… ¡¡que ilusión tengo por visitarla!! Su lago fue una de las primeras imágenes que me convencieron para hacer este viaje. Mañana la exprimiré al máximo, hoy solo nos queda dar unas cuantas vueltas decidiendo donde dormir, tomarnos nuestra merecidísima cerveza y cenar una sopa bien calentita, aunque sea en pijama en medio del parking del polideportivo… Ande yo caliente, ríase la gente. ¡¡Señores, que esto es vida!! Que me sobran los lujos y que estoy haciendo lo que realmente quiero…



Hemos pasado un día bastante ajetreado, viendo muchos lugares increíbles desde primera hora de la mañana, pero la paz y la tranquilidad que hoy he vivido han hecho que sean las 21:30 de la noche y que no esté cansada… sería capaz de continuar. Pero seamos coherentes y vayámonos a descansar… El lago de Bled me espera mañana con los brazos abiertos y tengo que devolverle el abrazo con la mejor de mis sonrisas.





Lahko noc…

sábado, 25 de abril de 2015

A orillas del caribe...












Hoy tengo uno de los más agradables despertares que se pueden tener y todo es gracias a la tranquilidad que me rodea. Esta sensación solo es posible amaneciendo en el corazón del parque nacional del Triglav…

Abrimos la puerta de la furgo y dedico unos agradables minutos a permanecer sentada observando mi alrededor y escuchando los pájaros en su primer canto de la mañana… Esto no tiene precio.

Desayunamos bajo un cielo despejado y un sol radiante. Nos equipamos con ropa de montaña.. ¡¡hoy vamos de ruta!! La garganta del rio Tolminska nos espera.

La ruta es de pago, así que pasamos por la caseta para sacar la entrada y allí
encontramos una amable y simpática mujer a la que le llamamos la atención por ser españoles. Al decirle que Sergi es de Barcelona nos cuenta que sus hijos son fanáticos del Barça y nos recibe con los brazos abiertos. Nos explica el recorrido de la ruta y nos dice que nos va a encantar.


Es pronto y caminamos solos por el sendero. Ya el inicio es precioso. Comienza bajándonos a orillas del Tolminska y no perdemos la oportunidad de sentarnos cada uno sobre una roca y disfrutar de tal belleza.


Tanto a Sergi como a mi, nos encanta parar a relajarnos en lugares así. Y eso hacemos… simplemente disfrutamos del sonido y la imagen que la naturaleza nos da. Es tan reconfortante… 


Me encuentro sentada sobre una roca, con mi cámara en la mano e inmortalizando este momento. Varios minutos después, decido cambiar de posición y bajo de la roca... Pero de repente, algo rompe esta tranquilidad y la convierte en un pequeño infierno… Casi a cámara lenta, veo como mi cámara de fotos se desliza sobre la piedra y cae al rio. Con voz asustada, aviso a Sergi de lo ocurrido y me dirijo con prisa hacia el lado derecho, hacia dónde va la corriente del rio, esperando verla pasar y dispuesta a tirarme de cabeza si hace falta.

Pero no la veo pasar. Mi corazón se acelera, no por perder la cámara, sino por perder todas las fotos ya guardadas… todos los momentos vividos hasta ahora. No puedo creer que se me haya escapado de la mano, ¿Cómo me ha podido pasar?

De repente es Sergi el que me avisa de que está viendo mi cámara anclada entre dos piedras dentro del río. Él me sostiene de una mano, mientras yo pesco mi cámara con la otra… ¡¡La tengo!! ¡¡es mía!! Rápidamente sacamos la batería y la tarjeta de memoria e intetamos secarlo todo de la mejor manera posible. La cámara no deja de soltar agua sin parar, creo que ha absorbido una gran parte del Tolminska… Me centro en secar bien la tarjeta de memoria; en este momento solo me preocupa la información que ella contiene. Tantos días despreocupada por las cosas materiales y, en este momento, tan asustada por perder la información que contiene esta pequeña y miserable tarjeta… ¿Qué cosas, no? Pero no es lo material, son los recuerdos lo que me preocupa…

Aún con las pulsaciones aceleradas por el susto, guardo todo a buen recaudo y continuamos la ruta. Hay que seguir disfrutando de ella. Sergi me tranquiliza diciéndome que llevamos su cámara para fotografiar lo de hoy y convencido de que mis recuerdos se van a salvar. Acaba convenciéndome y, de forma muy positiva, repetimos juntos estas palabras durante toda la mañana. Cuando regresemos a la furgo, comprobaré la tarjeta introduciéndola en el móvil. Ahora solo hay que disfrutar del momento… 



El sendero, aparte de bien señalizado, está en perfectas condiciones. En este país viven de la naturaleza y el hecho de pagar unos 2€ en algunas rutas, no supone nada ya que realmente lo utilizan para tenerlo todo bien acondicionado y con un buen mantenimiento.

Sigo disfrutando de la ruta. Como todas, se está muy tranquilo caminando por este lugar. Las vistas y el sonido del rio son de gran compañía y me gusta pararme en ciertos lugares a disfrutar de esto. Son momentos que necesito grabar en mi mente para en el futuro perderme en ellos.





Cruzando uno de los puentes, podemos ver arriba el puente por el que ayer pasamos; el mismo que nos llevó por la carretera del infierno hacia Cadrg. Lo llaman el puente del diablo, solo digo eso… 60 metros de altura pasando por unos inestables tablones de madera. ¡Adrenalina pura!



Poco más adelante, llegamos al punto de mayor interés de la ruta, un puente natural formado por una piedra a la que llaman “cabeza de oso”. Se trata de una gran roca anclada en las paredes del cañón. Un mirador situado enfrente de este lugar, hace que disfrutemos de un agradable e interesante rato comentando este fenómeno. Un lugar único, la verdad.


Continuamos en subida, por el claro sendero, que nos lleva a la misma carretera del infierno de ayer. Una pequeña visita a una cueva en la cual no hay mucho que ver por la oscuridad y regresamos a la furgo pasando por el puente del diablo. Paramos a contemplar el mundo desde esa altura y a sentir esas pequeñas sensaciones de vértigo que nos dan dicho puente de 60 metros de altura.


  Antes de llegar a la furgo, pasamos a decirle a la mujer que nos vendió las entradas, lo bonita que ha sido la ruta. Ella nos pregunta que donde íbamos a ir ahora; le decimos el lugar y nos recomienda una carretera que nos llevará a Kobarid (lugar donde queremos ir) y que nos va a encantar por todo lo que podremos ir viendo en ella. Muy agradecidos por la recomendación, emprendemos camino a ella.

Antes de nada, tengo que comprobar mi ya olvidada tarjeta de memoria. Un gran suspiro de alivio al introducirla en el móvil y ver que siguen ahí todos mis recuerdos. Ahora si… que continúe el viaje tranquilamente que ya tengo lo que necesitaba. La cámara la comprobaré cuando se haya secado del todo, porque la pobre, no deja de soltar agua…

                                                     

La recomendación se trata de una carretera de montaña que va cogiendo altura y nos deja vistas espectaculares de la zona. Paramos en un mirador del cual me quedo boquiabierta por la belleza del valle que tengo ante mi. Esto es lo que me gusta ver… esto es lo que me llena… El valle de Kolovrat no deja nada escondido. Frondosidad en sus montañas, al lado contrario los alpes nevados y verde… mucho verde… ¡¡me encanta ver verde!! Que lugar tan maravilloso… 


Continuamos por esta alucinante carretera. Pocos kilómetros después, el mirador de Kolovrat nos invita a parar de nuevo. Continuamos viendo el valle, pero esta vez el protagonismo se lo llevan las cimas de los alpes.

Justo al lado contrario de la carretera podemos encontrar una zona con mucha historia…


Nos encontramos en la frontera con Italia. La línea de defensa italiana nos deja un divertido e interesante recorrido por sus trincheras. La primera guerra mundial nos invita a vivir cierta parte de su sobrecogedora historia. Es una sensación extraña estar aquí, ya que soy consciente de las barbaridades que sufrieron muchísimas personas, pero a la vez es divertido sentirse niña jugando a la guerra contra tu enemigo.










Este lugar, también nos deja una subida que nos llevará a ver el profundo mar adriático. Vistas de 360º en un sendero bautizado como el de “la paz”, en honor a las víctimas de esta guerra, deja innumerables sensaciones. Mar adriático, alpes julianos, valles y trincheras… ¿Quién da más? 






Una mañana increíble que aun no ha terminado. Seguimos por esta carretera hasta que llegamos a Kobarid y aquí aparcamos en el parking para realizar una ruta caminando.


El puente de napoleón es el primero en recibirnos. El impresionante rio Soça es quien nos recibe hoy con los brazos abiertos. Rio de 140 kilómetros de longitud, cruzando Eslovenia desde los Alpes hasta el mar adriático. Pero no es su longitud lo que llama la atención, sino el color de su agua… Un fondo de piedra blanca y arena fina, da la sensación de estar en las cristalinas aguas caribeñas. Es para enamorarse de él… 




Un paseo relajado por este sendero, una temperatura muy agradable y un día despejado. Podemos ver gente disfrutando del rio en kayak y uno de ellos me dedica una postura para inmortalizar este momento.



Otra línea de defensa italiana nos recibe por esta zona y no perdemos la oportunidad de pasar por ella.

Dejamos el Soça un poquito de lado para adentrarnos más de lleno en el corazón del Triglav; la cascada de Kozjak nos está esperando.
Empieza a bajar un poco la temperatura por la humedad del lugar, pero el sendero es cada vez más bonito, me encanta caminar por este lugar y no dejar de mirar en cada rincón que me encuentro.








 Las paredes de la montaña se van estrechando y la profundidad del lugar nos lleva de lleno a esta cascada con la sensación de estar entrando en el paraíso.








Ver esta cascada me deja sin palabras… es asombrosa… el acceso a ella es a través de una pasarela de madera, pero nosotros nos las arreglamos para bajar de dicha pasarela y sentarnos a los pies de la cascada a disfrutar de uno de nuestros momentos de silencio contemplando tal belleza. Vuelvo a tener esa sensación de no querer irme nunca de este lugar, solo quiero estar aquí, en silencio y con los ojos abiertos. Qué lugar tan mágico… 







Es hora de despertar y empezar a volver sobre nuestros pasos. El hambre aprieta y paramos a orillas del rio Kozjak a llenar el estómago. 








Ya con algo más de energía, volvemos a encontrarnos con el río Soça y lo cruzamos a través de un estrecho y tambaleante puente a 52 metros de altura. ¡¡Que precioso es el Soça!! 





Dejándolo atrás, vamos en busca del castillo que, como la mayoría de ellos, nos lleva a él una fuerte subida. Un cartel nos avisa de que nos esperan unos 20 minutos de escaleras. Psicológicamente matador, aunque no imposible.






Ya arriba nos esperan restos arqueológicos y una tranquilizadora vista al valle que no dudo en tumbarme y disfrutar de ella.






Bajamos adentrándonos en un bosque bastante oscuro e intranquilo, aunque a la vez muy relajante. Una sensación muy extraña nos corroe a los dos. Hay mucho silencio, estamos solos, vemos alguna cabra observándonos; pero da la sensación de un lugar abandonado y eso nos provoca cierta intranquilidad.






Sin ningún tipo de percance, llegamos al pueblo con la sensación de habernos dejado algo por ver en el camino. Creemos que no hemos acabado la ruta por donde marcaba el mapa, pero bueno… conseguimos llegar a la furgo que es lo importante. Y más aún, que hemos disfrutado.

Carretera y manta, nunca mejor dicho, decidimos parar en Bovec; localidad bastante transitada y acondicionada. Hoy dormimos junto a un colegio, en una zona de aparcamiento. Vuelve a hacer frío… 10º sobre las 21:00 de la noche.

Tranquila, relajada y con un sinfín de sensaciones positivas me llevan a un profundo estado somnoliento. Poco más que añadir por hoy…



Lahko noc…