lunes, 20 de abril de 2015

¡¡Au revoir Le France!!








Despertamos sobre las 8:00 y hace un rato que se nota que la temperatura ha subido y se agradece. Habremos dormido rondando los 5º.

Mientras desayunamos tranquilamente ante la inmensa imagen de los alpes, podemos ver como muchos esquiadores se dirigen a las pistas bien temprano.

A eso de las 9:30, aseados (todo lo que una se puede asear sin lavabos de por medio) y con todo recogido, tomamos rumbo a Turín (Italia), dónde pretendemos pasar parte del día visitando la ciudad.



La salida de Le Bez nos lleva por una carretera de montaña donde es más que evidente que estamos cerca de cruzar la frontera con Italia. Los alpes siguen acompañándonos y me siguen pareciendo igual de impresionantes que ayer… Sigo disfrutando de este regalo que me da la vida. Realmente es una imagen de la que creo que nadie podría cansarse; a mi me pone la piel de gallina, parece sacado de una película o la viva imagen de una postal. Me sigue costando creer que tenga esto al alcance de mi mano.

Bajo la ventanilla y respiro el oxígeno que hay en esta zona. Saco más y más fotografías, aunque sé que luego no se va a apreciar lo que realmente es, para eso ya está mi memoria; pero es un recuerdo muy especial que me llevo y puedo compartir con mi gente.

En pocos kilómetros estamos cruzando la frontera y entramos en Italia… ¡¡Au revoir Le France, Ciao Italia!!







Casi en un pestañeo, empiezan a notarse los cambios de país y aunque los alpes continúan acompañándonos de fondo durante muchos kilómetros, las casas ya han perdido ese encanto bohemio que tienen en Francia y los conductores son poco respetuosos en la carretera (se toman muy enserio la formula 1 por estos lares…).

Comenzamos a descender altura hasta nivelarnos casi con el mar y las llanuras empiezan a ser nuestras aliadas. Me despido de los alpes franceses dejándolos atrás y con un gran sabor de boca por esas magníficas sensaciones que me han hecho pasar.



Ya estamos tocando terreno urbano, la civilización crece y el caos se apodera de la situación. Como bien he dicho antes, hoy hemos podido comprobar que los italianos tienen una forma muy peculiar de conducir: no existen los límites de velocidad ni las líneas continuas, los ceda el paso están de adorno y todo el mundo tiene prisa por llegar a cualquier sitio. Señoras y señores, estamos en Turín. Capital de la región de Piamonte, al norte de Italia. Es una auténtica locura conducir por Italia, no se lo recomiendo a nadie. Lo considero el país sin leyes.

Conseguimos rápidamente, por suerte, aparcar sin tener que pagar por ello y nos dirigimos en busca del centro de la ciudad. Mi pésimo inglés es el que nos ayuda a situarnos en el centro y que nos informen de los puntos de interés más relevantes.

Mapa en mano, y como buenos “guiris”, cogemos la Via Roma, calle dónde es más que evidente que la moda es el punto clave.

El primer lugar destacado en la Via Roma es la emblemática Piazza San Carlo, donde edificios e iglesias de estilo barroco dan su paso al museo Egizio y al teatro Carignano, antiguamente uno de los teatros más importantes de ópera.






La Piazza Castello nos abre sus puertas para presentarnos el palacio Madama y su plaza real. Digno de dar una vuelta para contemplarlo.
















Decidimos continuar por la via Giuseppe Verdi dejando a nuestra mano izquierda el teatro Regio (declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1997) y La cavalleriza.



















Cerca estamos de el edificio Mole Antonelliana, principal símbolo arquitectónico de la ciudad con 167 metros de altura; convertido, hoy en día, en el museo nacional de la historia del cine.  Hacemos una parada para comer cerca de este lugar.

Recuperados de energía, bajamos por Corso San Maurizio y damos un tranquilo paseo por los jardines reales de palacio, donde señales del camino de Santiago, hacen acto de presencia ante nosotros. Siempre presente en nuestras vidas, aunque esta es una forma muy especial de hacerlo.

















Bajamos por Via Po hasta la inmensa Piazza Vittorio Veneto y cruzamos el puente Vittorio Emanuele I, sobre el famoso río Po.















Es este quien nos lleva a subir al mirador del Monte dei Cappuccini, donde se encuentra el museo nacional de la montaña y desde donde hay unas admirables vistas de la ciudad de Torino con los alpes de fondo. Disfruto mucho de este momento.




La vuelta a la furgo la hacemos cruzando de nuevo el rio Po, pero esta vez por el puente de Umberto I. Solo nos queda seguir el corso Vittorio Emanuele II unos metros y encontraremos nuestro “hogar”.


Ya solo nos queda viajar varios kilómetros y en el pueblo de Trecate, en una zona residencial muy tranquila, es donde decidimos parar a dormir. Agotados del paseo por Turín, caemos rendidos. Una agradable noche a 16º de temperatura, nos va a dejar un apacible y reconfortable sueño.




Buona notte…






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