Me despierto al son de algunos de mis compañeros de habitacion que ya van preparando sus mochilas. Evidentemente, yo no iba a ser menos. Quiero caminar una última vez, necesito despedirme de este mar... Un último esfuerzo físico para llenarme aún más si cabe, de felicidad por dentro. Abuelo, ¿vamos a por la última? Vivámosla cómo niños...
Bajo a desayunar con los demás y, antes de empezar la etapa, me quedo un rato hablando con Fabián, Paula y Ernesto. Ernesto es una de esas personas mayores con las que te quedarías horas y horas hablando delante de una chimenea con una buena taza de té. Quizá algún día pueda ser pero ahora tenemos que caminar, la vida sigue.
Hoy quiero caminar con Fabián y Paula, han sido mis compañeros estos días atrás y quiero despedirme de ellos caminando juntos y compartiendo estos últimos pasos.
Amanece sobre este precioso lugar y nosotros nos vamos dirección Santander dónde yo acabaré y ellos continuarán unos kilómetros más.
A poco más de 4 kilómetros, llegamos a la población de Galizano desde dónde tenemos dos opciones: ruta tradicional por interior o la maravillosa costa. Ya he dicho anteriormente que quería despedirme de este mar.
Un camino asfaltado, como no, nos lleva al borde de los acantilados dónde caminaremos por una agradable senda durante varios kilómetros. Abre bien los ojos, abuelo, y disfruta.
Por el camino nos encontramos un guía que quiso llevarnos a ver las mejores vistas de este lugar.
Tengo la sensación de que no existe un lugar mejor para estar en este momento. Vuelvo a sentir la imponente fuerza del mar en mi. El día es perfecto para despedirme de este camino, camino que finalizo pero dónde me da el inicio a otro; empiezo un nuevo camino en mi vida, siempre ocurre cada vez que acabo mis días en el camino de Santiago. Empiezo con fuerza, con la mente despejada, con ganas de vivir cada segundo y siendo un poco mejor persona de lo que ya era.
Continuo con Fabián y Paula, la mejor compañía que puedo tener en este momento. Quedan pocos kilómetros a Santander y me niego a pensar en una despedida, evito estos pensamientos a toda costa, no quiero ser consciente de ello. Me dedico a disfrutar de lo que tengo ahora...
Poco a poco se va acabando la zona de acantilados, lentamente y sin presión. Aunque el mar todavía no quiere despedirse de mi y me da el último regalazo haciéndome caminar por la playa de "Los Tranquilos". Que buen nombre para un precioso final caminando sobre su fina arena.
Un largo paseo sobre esta alfombra de arena, nos obliga a atravesar las dunas y situarnos justo al otro lado dónde, de lejos, se puede observar la ciudad de Santander. Un breve paseo hasta el embarcadero de Somo dónde cogeremos un barco que nos dejará a los pies de esta ciudad.
Es aquí dónde vuelvo a cruzarme con las adorables Reneé y Marghe. Tengo la oportunidad de despedirme de toda mi gente a la vez... ¡¡ gracias camino por este regalo!!
Media hora de un agradable paseo en barco en el cual, inconscientemente, me dedico a mirar por la ventana observando el mar y empezando a ser consciente de la despedida. El día está nublado y melancólico...
Llegamos a tierra firme y no tengo más remedio que despedirme de mis queridas italianas y agradecerles el camino recorrido junto a ellas.
Paula y Fabián quieren tener un último almuerzo conmigo y retrasan sus pasos para estar junto a mi unos últimos minutos.
Llega el momento del "hastaluego" (no me gusta la palabra adiós). Abrazos y sentimientos compartidos; han sido pocos días pero intensos. Corazones grandes unidos por el camino, momentos únicos compartidos. Seguiremos caminando juntos de alguna manera, estoy segura de ello.
Vuelvo a la tierra y caigo en que todavía no he sacado el billete de vuelta a casa. Llamo a Sandra para que me ayude a gestionarlo (que sería de mi sin ti...) y sacamos billete de tren para mañana a las 7:00.
Busco el albergue de peregrinos y me alojo allí. Un albergue sin ningún encanto, simple y sin nada que destacar. Una ducha y me voy a comer por ahí hasta que se me hacen las 6 de la tarde y, agotada de todo en general, decido caminar en busca de la estación de tren para tenerla localizada. Por suerte está a 10 minutos andando desde el albergue, así que decido irme a descansar.
Paso el resto de horas en la cama pensando, escribiendo y conmigo misma. No me apetece hacer otra cosa. Cuando quiero darme cuenta me quedo dormida... Mañana me esperan algo más de 7 horas de tren de vuelta a casa.
Ya en Valencia y con ganas de ver a los míos, me encuentro a mi madre y a mi hermana que han venido a recogerme a la estación. A modo de broma, se esconden por las pintas que llevo, pero las abrazo con alegría. El tiempo en el camino es más largo de lo que en realidad es.
Instantáneamente cojo la flor que representa al abuelo y se la regalo a mi madre... creo que el mejor final es que esté en manos de su hija. Conmigo ya ha recorrido el camino que tenía que recorrer, ahora es tuya, mamá.
En casa me espera mi padre, alegre de que por fin haya vuelto a casa.
Hacer el camino del norte es algo que tenía pensado de hace años, pero no encontraba el momento de hacerlo. Tras fallecer el abuelo hace 5 meses supe que era el momento de hacerlo, se lo debía. Cuando realicé parte del camino francés en 2014, también estuve escribiendo este blog y el estuvo siguiendo con entusiasmo cada uno de mis pasos. Fue ahí donde me dijo que le encantaría poder hacerlo conmigo. Una noche soñó con ello y me envió un mensaje diciéndomelo; yo estaba caminando por Burgos y recuerdo ese mensaje como si fuese hoy mismo. Me puse a llorar como una cría a la vez que me dio toda la fuerza del mundo para continuar.
Al regresar a Valencia, fui a llevarle una vieira de Santiago y le pedí que viniese conmigo aunque solo fuesen 2 etapas; el me dijo que ya estaba muy mayor para ello, pero que le encantaría que esto hubiese ocurrido hace unos años.
Cayó enfermo al cabo del tiempo y es desde aquí dónde más nos unimos. ¿Por qué una flor representándolo? Una tarde la cual yo estuve cuidándolo, lo saqué de la cama para ir a pasear y se me ocurrió ir recogiendo flores de un jardín cercano y hacerle un pequeño ramo para regalárselo. Fue tal su sonrisa ante ese detalle que desde ese preciso instante le llevé flores cada día. No dejé de hacerlo ni el día de su adiós. El no dejó de sonreir ni un solo día que recibía una flor por parte de su nieta. Allá dónde haya ido, se llevó consigo una cala blanca.
Han sido 13 días intensos. Un camino físicamente duro, más de lo esperado. Un camino muy interno y solitario dónde nunca me he sentido sola. He recibido toda la fuerza de todos vosotros, los que me habéis leído, vivido y sufrido cada paso conmigo (no tengo palabras de agradecimiento por ello...); he recibido la potente fuerza de mi guerrero desde el cielo o dónde quiera que esté.
El camino te enseña tanto... te enseña a que la mente lo es todo, que no hay dolor físico que pueda con ella; te enseña a amar cada sonido, a valorar cada rayo de sol, a compartir hasta la última gota de agua en un caluroso día, a darte cuenta de que todo lo que necesitas cabe en una pequeña mochila, a compartir sentimientos con desconocidos, a apreciar la brisa del mar, a bailar bajo la lluvia, a vivir intensamente cada momento... a conocer quienes somos de verdad...
Vuelvo a invitaros a cada uno de los que leéis estas miserables palabras a que lo probéis en solitario, a que no dejéis escapar una oportunidad así porque es un instante mágico en la vida.
Gracias, gracias de corazón por estar ahí... gracias por existir.
Seguimos caminando juntos en el camino de la vida...
¡¡BUEN CAMINO!!
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