miércoles, 17 de mayo de 2017

Etapa 6: cansancio y reflexión

   Son las 5:30 y algunos de mis compañeros de peregrinación ya están en pie, pero me niego a levantarme tan temprano y continúo en la cama algún rato más. Cada vez hay más ruido y no consigo dormir, así que una hora más tarde decido ponerme en marcha.
   En el baño hay gente esperando, mientras tanto, voy haciéndome los vendajes en los pies, vistiéndome y dejando la mochila preparada. Ya sólo me queda asearme y arrancar a la etapa de hoy.
   No sé tú abuelo, pero yo hoy estoy bastante perezosa... ¡pero vamos allá!

   Sigo con molestias en los pies y además tengo mucho sueño, apenas son las 7:30 y ya estoy caminando. Espero que en un rato se me vaya esta pereza de encima porqué la etapa de hoy es larga y tengo que estar animada.
    En los primeros pasos me cruzo con un chico que caminaba con su perra,  con la que me dedico a jugar mientras camino. Me despido de ellos más adelante y  continúo el trayecto a orillas del río Artibai.


Pasos sobre el carril bici de Markina, me adentran en terreno boscoso con el agrada ble sonido del río y el canto matutino de los pájaros. Es una sensación única caminar asi, no puedo describirlo.



Lo que si puedo hablar bien es del cansancio que tengo, la pereza que me está dando hoy camimar... y eso que llevo mucho mejor los pies, pero creo que el agotamiento acumulado de días me está empezando a vencer. Observo la cala blanca que llevo en mi mochila,la que representa al abuelo, a ver si me motiva y da energía; pero creo que el abuelo está más dormido que yo hoy.
Continúo caminando y, buscando la manera de automotivarme, me ofrezco a mi misma una recompensa: si soy capaz de acabar los 23 kilómetros de hoy y llegar a Gernika, mañana me tomo el día de descanso. Creo que es una buena motivación, al menos algo en lo que pensar cuando decaiga en la jornada de hoy. ¿seré capaz? Estoy bastante agotada...

Voy haciendo varias paradas, las que el cuerpo me pide y el calor me obliga. Es temprano todavía, queda mucho día y tengo que dosificar fuerzas. Lo que me está gustando de hoy es el paisaje, es muy variado y mentalmente muy entretenido.

Llego a la localidad de Bolívar... ¡un bar abierto! Me voy de cabeza a pedirme un buen refresco y quitarme las botas para que descansen los pies. 





Venga Marta, hay que continuar. 
Una inesperada subida siguiendo el vía crucis y calzada medieval, me lleva al monasterio de Zenarruza y sus jardines. Realmente bonito y tranquilo, pero no me entretengo demasiado.



De vuelta a terreno boscoso y entre los húmedos helechos, sigo haciendo alguna parada para recuperar el aliento y recordarme a mi misma el premio que me espera si llego a Gernika.


Unas escaleras de madera construídas para facilitar la caminata, nos dejan en la entrada del bonito pueblo de Munitibar.


La salida de dicha localidad me encamina en un sendero calmado,vuelvo al sonido de los pájaros, la corriente del río me acompaña y esta tranquilidad solo hace que me escuche a mi misma en mis pensamientos.  Pensamientos que se centran, sin saber muy bien por qué, en el motivo por el que estoy aquí. 


Me merece mucho la pena este viaje por ti, abuelo, se que te habría encantado hacerlo a la vera de tu nieta la mayor tal y como me decías. Pero hay algo que no entiendo hoy en día... ¿por qué te fuiste? No entiendo a la muerte... no tiene lógica nacer para morir. Vivir para de repente irnos sin más, sin una fecha prevista, sin una razón, sin merecerlo o no... no entiendo por qué no puedo llevarte más flores y verte sonreír. Amo la vida, pero no el acabarla de esta manera. los guerreros nunca deberían irse de este mundo...

Un forestal arreglando la zona interrumpe mi momento íntimo y vuelvo a ser consciente del presente que estoy viviendo, de mi cansancio,del abominable calor y de mi nuevo dolor de hombro provocado por la mochila. Paro a descansar al llegar a una iglesia situada en lo alto de una colina donde una fuente me ayuda a recorrer los últimos kilómetros. ¡todo sea por el descanso de mañana! 



Algo menos de 6 kilómetros para terminar la etapa, algo más que un simple esfuerzo físico para una recompensa merecida. Calas blancas se presentan justo antes de entrar en una recta final de carretera y asfalto.


No me quedan apenas fuerzas...me quedan un par de kilómetros. Me entra la rabia, quiero gritar, golpeo con mis palos el suelo de la carretera a modo de desahogo, acelero el paso, me pesa mucho la mochila, el calor me deshidrata... pero mientras me centro en todo esto,hay algo de lo que no me había dado cuenta....

¡He llegado a Gernika! Si... ¡lo hemos conseguido, abuelo! Nos lamentábamos de los 18 kilómetros de ayer y hoy nos hacemos 23 en peores condiciones. Alma de guerreros...

Encuentro rápido el albergue y solicito quedarme dos noches bien orgullosa de ello. Me conceden una habitación dónde hay 2 literas,pero dónde estaré sola para poder descansar. Dani, el encargado del albergue, ha tenido un gran detalle conmigo haciendo esto.


Ducha sin hacer cola, sin prisas... y ya relajada, me voy en busca de algún pincho y una buena cerveza. Pronto aparecen por el lugar dos hombres franceses que vienen a lo mismo. Charlamos gracias a que uno de ellos habla algo de español y juntos nos vamos a visitar la ciudad, bonita donde las haya. Durante la visita, me cruzo con las dos mujeres italianas que he estado viendo estos días, me da alegría volver a verlas. Además me comentan que mañana también quieren descansar y les digo que yo iré a visitar san juan de Gazteluaxe; que sorpresa cuando me dicen que ellas también,pero que saldrán a las 8 del albergue. Yo, queridas compañeras, mañana quiero dormir algo más.








La visita por la ciudad se convierte en cena dónde se apunta con nosotros José,  un hombre gallego que camina solo. Vino, risas, anécdotas... y al albergue.
Como despedida, una agradable conversación en la terraza con Nicola (el más  joven de los franceses ) y a dormir.
Mañana me espera un relajado y merecido día.




MI JORNADA DE REFLEXIÓN.

Cuando anoche llegué a la habitación, habían dos chicas más ocupando una de las literas. Intuyo que hubo mucha afluencia y tuvieron que ponerlas conmigo. No importa... solo me molestaron los mosquitos y el maldito calor que hacía en dicha habitación. 

Ayer, mi plan para mi jornada de reflexión era visitar el precioso lugar de S.juan de Gazteluaxe, volver a Gernika y al día siguiente retomar el camino desde donde lo dejé. 
Pero como me muevo con el viento y haciendo honor a mi alma libre, conforme me despierto pienso que después de la visita a S.Juan lo mejor sea avanzar hasta Bilbao. ¿porqué?  Solo me saltaría una etapa de 32 kilómetros dónde no voy a perderme nada más que la entrada a una gran ciudad. Yendo a Bilbao, tendría toda la tarde para visitar la ciudad. Todo encaja en este día de relax.

Me visto, arreglo mis pies y... ¡por fin! Esa maldita uña que me está matando estos días consigo quitármela (D.E.P. hija de satanás). Hoy caminaré en sandalias para darle más alegría a mis pies.
Recojo mi casa (así llamo a la mochila) y, como no hay nadie en la recepción del albergue, le dejo una nota a Dani comentándole que la noche que dejé pagada no voy a utilizarla por asuntos personales. 

Salgo en busca del tren que me llevará a Bermeo, dónde cogeré un autobús que me dejará bien cerca de la entrada a la senda que lleva a la ermita de San Juan de Gazteluaxe. No... no le estoy cogiendo el gusto a las ermitas, es la zona lo que va a enamorarme.
Mi querido bambino, hermano y compañero de viajes, lleva años hablándome de ese lugar y hoy es mi oportunidad de ir a vivirlo en mi propia piel.

Subiendo con el autobús, veo por la carretera a las dos italianas que están subiendo caminando. Una vez bajo del autobús,  decido esperarlas para hacer la visita juntas. Un efusivo saludo desde lejos nos alegra a las tres y arrancamos en busca de ese maravilloso lugar. No sin antes pasar por el restaurante y pedirles que nos hagan el favor de guardar las mochilas. Hoy vamos de turistas.

Una senda serpenteante acompañada de unas escaleras, nos llevan hacia abajo comenzando a darnos unas vistas de cine...





El día está nublado, pero creo que ello aún le da más encanto al lugar.
Nos queda un buen rato para llegar y muchos escalones... pero, como en el camino y en la vida: lo importante no es la meta, sino disfrutar el camino.



Estoy de piedra con todo lo que mis ojos están viendo. Renée y Márquez están igual de encantadas que yo; además estamos aprovechando la caminata para intercambiar vocabulario en nuestros idiomas y aprender. Lo estamos pasando como niñas entre fotos, vídeos y alegrías.


220 escalones arriba y llegamos a lo más alto.
Cuenta la leyenda que el que no toca la campana 3 veces al llegar, no regresa jamás. Yo, por si acaso, la toco... que tengo que continuar caminando con el abuelo.


Disfrutamos un buen rato de esta maravilla y decidimos regresar al restaurante dónde hemos dejado nuestras mochilas y, aprovechando la ocasión,  una cerveza y algún pincho también caerán.

Empieza a llover... la furgoneta que nos llevará de vuelta a Bermeo sale a las 14:45. Salimos del restaurante con el tiempo justo para mojarnos lo menos posible, aunque vamos bien preparadas com chubasqueros.


Desde Bermeo cogemos un incómodo tren a Bilbao. Si, ellas también se dirigen a Bilbao directamente y son ellas las que me aconsejan a mi donde dormir.

En Bilbao llueve sin calar, chiriviri que llaman en la zona. 10 minutos caminando y llegamos al albergue.
Un sitio que me encanta. Un ambiente juvenil, surfero y con muy buen rollo. Por fin veo gente joven a mi alrededor. 
La idea que llevaba era de visitar la ciudad, pero cada vez llueve más. Me doy una ducha y salgo a la recepción a hablar con la encargada del albergue; una chica muy maja con la que mantengo una buena conversación e incluso me aconseja por dónde caminar mañana. 
Me voy a la sala común a contactar con mi familia y pronto me acompañan un par de argentinos y una alemana. Bonitas conversaciones de la vida, de viajes, del odio a la rutina, de conocer gente, culturas y de ser felices. Personas que acabo de ver y parecen que nos conozcamos de siemore.  Esto sólo pasa en el camino...
Suena mi teléfono y es Dani, el responsable del albergue de Gernika que me llama para decirme que no me preocupe, que me devueve el dinero que pagué y me agradece que le haya dejado la nota para avisarle.

Cuando quiero darme cuenta, se me ha ido la tarde. Voy a buscar algo para cenar en la máquina expendedora y la encargada del albergue acaba invitándome a la cena. 
Querido karma... te estas portando de maravilla conmigo, gracias.

Ha sido un día maravilloso. Necesitaba este descanso físico para mañana poder cotizar caminando con más fuerza que nunca. Estoy con ganas de empezar a caminar ya, estoy motivada, preparada para seguir viviendo cada paso y segura de todo. 

No olvido quien soy...no olvido que estáis conmigo...


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