sábado, 20 de mayo de 2017

Etapa 9: la fuerza del mar

   El concierto duró toda la noche, era algo insufrible todos aquellos ronquidos continuos. Y para rematar, a las 4:30 de la madrugada, los primeros peregrinos se han puesto en marcha...¿a las 4:30? ¿dónde vais? ¡A Galicia mínimo!  No puedo creérmelo.

    Antes de las 7 decido ponerme en marcha, esa habitación era como el metro de Madrid en hora punta. Apenas he descansado, estoy agotada.
    Fabián había tenido el mismo problema y al ver mi cara, entendió que yo tampoco había dormido casi.

    Lo preparo todo y salgo al comedor a desayunar, hoy necesito el té directamente en vena. Estoy de mal humor y no tengo ganas de hablar con nadie.
     Esta noche parece que ha llovido, pero mientras todos se preparan con chubasqueros, Fabián, Paula y yo miramos el cielo y vemos que pronto despejará.
    
     Abuelo espero que estés más despierto que yo y me ayudes a arrancar, sino hoy lo tendremos complicado para llegar a Santoña. ¡vamos a luchar, guerrero!

     Empiezo a caminar sola, de verdad que no quiero  cruzarme con nadie; y nada más salir me veo al canadiense de todos los días, ese que nunca deja de hablar. El venía de otro albergue y justo coincide conmigo en los primeros pasos. Menos mal que sólo he tenido que saludarlo, no quiero ni hablar conmigo misma.

    La etapa comienza con una fuerte subida por asfalto para cargar bien las pilas; aunque eso sí, después el camino continúa por una agradable senda que me deja los primeros rayos de sol de la mañana. Amaneceres hermosos en tierras cántabras... voy recuperando el buen humor.

     

Unos 5 kilómetros más tarde y con nada de interés,  me adentro en la localidad de Cerdigo.
Su salida nos regala una preciosa y fresquita senda que nos deja de nuevo a lo alto del inmenso mar. Ahora si que me he despertado, esta imagen lo cura todo.


Un suave paseo por el prado de lo más alto del acantilado, hace que me encuentre con unas extrañas peregrinas que no tienen demasiadas ganas de caminar pero si de disfrutar del mar.




Que agradable es caminar por aquí, una se siente tan pequeña aquí arriba pero con tanta fuerza que el contraste es algo difícil de describir. Es algo que hay que sentir.


El camino nos lleva hacia adentro, por zona urbanizada hasta llegar a un interesante bar para tomarme el segundo té del día.
El canadiense decide acompañarme y me cuenta lo cansado que está hoy. Me pregunta por dónde transcurre la etapa y los albergues que hay y le oriento. 
Reanudo la marcha y es aquí donde vuelve a surgir dos opciones: carretera hasta Laredo acortando varios kilómetros  o tomar el camino tradicional más largo y complicado. Viendo la distancia de la etapa de hoy, decido coger carretera. No estamos para sufrir demasiado.




Kilómetros y kilómetros de carretera. El canadiense ha decidido seguir mis pasos para hacer mas corta la etapa y poder descansar antes.

Un par de horas más tarde nos dan paso a un merendero que, obviamente, voy a parar en él. Al llegar me encuentro con Fabián y Paula que están almorzando y me uno a ellos para después continuar caminando juntos. Hasta ahora llevaba la presencia del canadiense tras mis pasos,pero sin conversación alguna. Ya me va apeteciendo hablar con alguien después de tantas horas.

La carretera nos lleva a la pequeña localidad del valle de Liendo, que atravesamos sin más y retomamos carretera; es desde aquí dónde se encuentra el interés de Liendo: las increíbles vistas del valle dónde se encuentra.



Un par de kilómetros a la izquierda, una señal del camino nos baja hacia algún lugar. Seguimos la señal en una larga e intensa bajada que sospechamos llevará a una larga e intensa subida. 
Ya en lo más bajo, saludamos a una familia que estaba en su hogar preparando una rica barbacoa para comer. Sin dudarlo un segundo, esta familia nos ofrece agua avisándonos de la dura subida que nos espera a continuación. Ha sido como una aparición de ángeles, ninguno de los 4 llevábamos ya ni una gota de agua en nuestras cantimploras. Los niños de la familia son los encargados de se vinos vasos de agua fresca y ellos tan felices de poder ayudarnos. Nos quedamos un rato hablando con ellos y yo decido emprender la marcha; si me quedo más rato sentada seré incapaz de moverme ya.
Me faltaban palabras de agradecimiento al gesto de dicha familia. Son detalles del camino...

La eterna e intensa subida vuelve a sacarme a la misma carretera,pero a distinta altura. Quizás si hubiésemos continuado directamente por carretera en vez de seguir las señales nos habríamos ahorrado esta paliza, pero seguiríamis sin agua. Todo pasa por algo...


Ya veo la localidad de Laredo a una distancia prudente. Santoña está justo pasando esta localidas, pero el parón anterior ha hecho que mi hombro empeore rápidamente y mis pies digan basta. Creo que me quedo en Laredo...

Vuelvo a juntarme con Fabián y Paula y ellos también pararán en Laredo. Hoy toca dormir en un convento; me da bastante mal rollo, pero mi cuerpo ya no quiere caminar más por hoy.

21 kilómetros sin demasiado interés, pero disfrutados a mi manera. ¡bien abuelo! ¡estás hecho un campeón! 

Una ducha rápida y salgo de allí desesperada buscando algo de comida, estoy hambrienta.
Una plaza con varios bares cerca del albergue me llama para tomar un par de pinchos y una buena cerveza. Aprovecho mi momento de relax para hacer alguna llamada a mi gente y compartir mi buena energía. Luego decido ir a visitar la zona y me acerco al paseo de la playa, dónde hay un grupo de personas cantando canciones regionales animando la tarde.
Me apetece un helado...voy a buscarlo y en la heladería me encuentro a Fabián y a Paula. Nos vamos los tres paseando buscando un Super dónde comprar algo para cenar. Fabián nos deja para irse a misa y Paula y yo nos encargamos de la cena.
De vuelta al albergue, decidimos sentarnos en las escaleras de enfrente y pasamos un agradable rato hablando de nuestras vidas y compartiendo vivencias.
Fabián viene a buscarnos y subimos a preparar la cena. Un suculento plato de huevos con patatas es el menú de hoy, acompañado de un vino cualquiera, típico del peregrino.
El atardecer nos acompaña desde la ventana del comedor...tiene unas vistas maravillosas. 

El día y el cansancio ya no nos permite más, nos damos las buenas noches y a descansar.

Voy pensando ya en ir regresando a casa. Mi cuerpo quiere algo de descanso, aunque mi mente no quiere salir nunca del camino... y no lo hará en mucho tiempo.

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