06:00 último madrugón en el camino… ya me despierto con esto en la cabeza. Aún así yo me preparo para caminar como si fuera un día cualquiera.
Hoy llueve, tengo que cubrirme bien, a mi y a mi “casa”.
Bajamos Ali, Oscar y yo a desayunar y todo como siempre. Pasa el hospitalero, el mismo que nos da el desayuno, y me felicita por mi cumpleaños; yo ni me acordaba de ello…
Salimos los 3 juntos del albergue, no llueve apenas, pero en cualquier momento puede ponerse seria la cosa. Caminamos sin darle importancia a nada, como si fuera un día más, pero yo conforme van pasando los kilómetros, voy perdiéndome dentro de mi misma…
Me encierro en el paisaje, disfruto de las gotas de lluvia cayendo sobre mis manos, desaparezco de la conversación que tienen Ali y Oscar y la tristeza se empieza a apoderar de mi. Cada paso que doy, es un paso más cerca a mi meta en este camino… Quiero retroceder y no irme nunca, volver a Roncesvalles y empezar de nuevo. No quiero llegar a Frómista… hoy no…
Pasamos por el grandioso canal de riego de Castilla, y enseguida ya puedo ver algún cartel de información de un albergue en Frómista; eso quiere decir que ya estamos cerca… Oscar dedica algún comentario sobre mi marcha y la pena que le da; Ali nos calla enseguida, no quiere despedidas…dice que lo pasa fatal.
Cruzamos el puentecito dónde se encuentran las compuertas del canal, nos hacemos un último “selfie” y le suena el teléfono a Ali… Son Miguel y Daniela, los de Valladolid, que nos están esperando en la plaza de Frómista para despedirse de mi.
Unos pasos más adelante, puedo ver el cartel de entrada al pueblo y el final de mi camino… Sin ganas de sonreír y con poco valor, me hago la última foto…
Vamos a encontrarnos con Miguel y Daniela, les saco la camiseta firmada y les pido que también firmen ellos. Lo hacen encantados… Una foto con ellos y el doloroso momento de la despedida… Me dicen palabras muy bonitas y me ofrecen su casa si alguna vez viajo por su tierra. Hasta pronto compañeros, muy buen camino…
Le digo a Ali que aunque sé que no le gustan las despedidas, mínimo se tiene que hacer una foto conmigo. Ella me dice que más que eso, que va a darme un abrazo y eso hace… Yo rompo a llorar, este momento si que no lo soporto… despedirme de ellos 2 es muy duro para mi, han sido parte de mi camino desde el primer día y hemos compartido momentos muy buenos los 3. Yo solo quiero seguir caminando con ellos…
Luego me abrazo a Oscar y siento el mismo dolor que con Ali. Este viaje no debería acabar nunca…
Nos hacemos la última foto los 3 juntos y les veo alejarse sin mi… yo me quedo ahí, sentada en la silla viendo como caminan sin mi… yo quiero ir… yo quiero caminar… (Gracias por haberme hecho sentir tan especial a cada paso que hemos dado y por querer caminar a mi lado…)
Me levanto de la silla sin saber muy bien qué hacer, encima aún me quedan 3 horas para que salga el tren. Podría ir a visitar el pueblo, pero no me apetece, no tengo ánimos de ver nada… Me voy a buscar un cajero para sacar algo más de dinero por si me hace falta durante el viaje y cambio de bar. Allí me pido una cerveza en plan “vamos a ahogar las penas” y aprovecho para cargar mi móvil. Empiezo a conectar con el mundo y recibo muchos mensajes de felicitación por mi cumpleaños. Durante un rato me distraigo con esto…
En el bar entra Pepe, un peregrino que, aunque no haya tenido demasiado contacto con él, nos conocemos. Le digo que yo aparco aquí y se sienta un rato conmigo para despedirse de mí. Hablamos de lo tristes que son las despedidas en el camino, pero esto forma parte de él… Pienso que es otra metáfora de la vida: unos vienen y otros se van.
Después de hora y media en ese bar (tranquilos, no me emborraché, almorcé tranquilamente) decido ir a la estación de tren tranquilamente. Camino hacia allí, me cruzo con la mujer Italiana que tanto hemos admirado. Cruzo la calle para despedirme de ella, no sabía que yo terminaba ya. Nos damos un fuerte abrazo y le doy toda mi energía para continuar. Sé que lo va a conseguir. Tiene una historia realmente triste esta mujer, pero también tiene más coraje que ninguno de los que estamos aquí.
Llego a la estación y me siento a esperar. A los minutos empiezan a llegar algunos peregrinos que también cogían hoy el tren aquí, y entre ellos está Carmen, una amiga de los gallegos que caminó con ellos 2 o 3 días.
Ya tengo compañía, así tendré la mente distraída durante bastante rato.
Ella va a Palencia a visitar a su hija. Así que cogemos el mismo tren y en la misma dirección. Hablamos de muchas cosas y se me va el tiempo muy rápido.
El tren llega a Palencia y ahí bajamos las dos. Nos despedimos y deseamos suerte en nuestras vidas.
Me queda 1 hora para coger el tren con destino a Madrid. Voy a buscar algo de comida y vuelvo a la estación. Me siento en un banco al lado de un enchufe, así aprovecho la espera para cargar el móvil mientras como algo.
Enfrente mío hay 2 peregrinos franceses y mantenemos una pequeña conversación sobre el camino. Ellos también han terminado ya, vuelven en dirección Roncesvalles porque tienen allí el coche; de allí viajan hasta “Le Puy”, Francia.
A mi lado hay una señora que tras un rato observándome, se anima a preguntarme si empezaba hoy el camino… le digo que por desgracia no, que termino aquí. Ella fue peregrina en su día también y lo disfrutó como todos lo hemos hecho. Mantenemos una agradable conversación hasta que mi tren llega. Me despido de ella agradeciéndole el rato que hemos pasado.
Me subo al tren, saco mi reproductor de música, me coloco los cascos e intento disfrutar del viaje de vuelta a casa. He estado 2 semanas viviendo sin música, mi gran compañera en mi vida, la que consigue que me evada de la rutina, mi droga diaria…
Con la música y la sensación de estar apartada del resto de pasajeros del tren, mi mente se pierde en estas últimas 2 semanas… No puedo evitar ponerme triste, incluso se me cae alguna lágrima… He disfrutado tanto que solo de pensar que mañana despertaré sin todo esto, me hace sentir mal. No entiendo porque no puedo continuar… bueno, si lo entiendo, pero no entiendo porque tiene que ser así si no es lo que yo quiero…
Llego a Madrid y todo se vuelve horrible. Hay miles de personas corriendo de un lado a otro, empujones, prisas, estrés, malas caras… Al principio entro en una risa nerviosa que acaba convirtiéndose en un agobio que hace que solo quiera echarme a llorar. Hasta noto que me falta el aire… Es un cambio muy brusco para mí, necesito adaptarme. Encima la gente me observa…quizás mi mochila, mi ropa de peregrina y el hecho de ir en chanclas con calcetines por Madrid tenga algo que ver, pero ¿sabéis qué? ¡¡Que yo sigo siendo peregrina!!
Llego a la estación de autobuses con tan solo 10 minutos para que salga mi autobús a casa.
Durante el viaje, vuelvo a dejar mi cabeza perdida en “el camino” con mi música de fondo. Esta vez me quedo con todo lo positivo.
Recuerdo los prados tan verdes de Navarra, el día que llegué a Roncesvalles y como me quedé con las ganas de empezar a caminar desde Saint Jean. El momento en el que conocí a Ali. La mañana siguiente que fue cuando conocí a Oscar. El atardecer que vi en Roncesvalles nada más llegar mientras los demás estaban en la misa del peregrino. Mis primeros kilómetros y lo alucinada que estaba. Conversaciones con los demás peregrinos. El día que conocí a los gallegos y el momento de la queimada. Historias increíbles que me han contado ellos. Todo lo que he aprendido en el camino. Recuerdo cada olor que he sentido, cada sonido de la naturaleza. La sensación de cuándo he caminado con los ojos cerrados y los brazos abiertos. Momentos especiales en los albergues. Conversaciones únicas con otros compañeros de camino mientras caminábamos….
Podría estar diciendo cosas hasta el infinito… y todo cosas buenas, positivas. De toda esa energía es de la que me he llenado y con la que me vuelvo a casa. Como me dijo mi madre: “con esto ya te has recargado para todo lo que queda de año”.
En el autobús, yo iba sentada en el asiento de delante y estuve medio viaje hablando con el conductor, me preguntó sobre el camino. Una de las cosas que le dije es que el camino cada uno se lo toma de una forma, pero yo lo disfruto de todas las maneras posibles… Me lo tomo como algo deportivo, vivo la naturaleza desde el mismísimo corazón de ella, disfruto del aire, el olor y el sonido que ella me proporciona; conozco el lado más oculto de las personas y lo mejor de cada una de ellas y expongo el mío a corazón abierto. Aprendo de otras culturas, practico algo de otros idiomas y curioseo sobre cada rincón del mundo. Disfruto la gastronomía; y la construcción de las catedrales y las iglesias me ponen los pelos de punta. No me he dejado nada por disfrutar. Mis dolores físicos han vuelto a quedarse en un segundo plano.
Ya casi cuando estaba llegando a Valencia mi cabeza se centró en mis padres, que sabía que iban a estar allí esperándome. Las ganas de verlos a ellos y a mi perro aumentaban.
Bajé del autobús y la cara de mis padres fue impagable… mi madre no pudo contener la emoción al verme ni yo al verlos a ellos… Solo han sido 2 semanas, pero gracias a escribir este blog sin tapujos, ellos han podido comprobar lo feliz que soy haciendo estas cosas.
Decidí escribir el blog de esta manera, en forma de diario porque pensé que era la mejor manera de que todos comprendáis como me siento cuando hago el camino. Muchos me han preguntado que veo de interesante en destrozarme los pies y la espalda caminando tantísimos kilómetros durante mis vacaciones, que lo mejor es que me vaya de hotel a que me lo den todo hecho y disfrute de verdad. Nunca he sabido explicar con palabras lo que siento haciendo el camino de Santiago y me he dedicado a decir que para mí no era un sufrimiento físico, sino una relajación mental. Pero creo que con este blog he sabido explicaros muy bien lo que significa para mi… Este es mi ideal de vida, yo quiero caminar...

Quiero daros las gracias a todos y a cada una de las personas que habéis leído “el camino de pi”. Sigo alucinando cuando veo la cantidad de visitas que tiene mi blog.
Me gustaría ir uno por uno agradeciendo todos los mensajes de apoyo y quiero deciros, que aunque no os los haya contestado, los he leído absolutamente todos. Haceros saber que sin vosotros nada de esto habría sido posible, me habéis dado la fuerza necesaria para afrontar cada etapa.
He conseguido que os imaginéis cada paisaje, que cojáis cariño a la gente que ha caminado conmigo, que hayáis sufrido en cada cuesta que subía, que os hayáis emocionado cuando yo lo he hecho y sobretodo, que hayáis disfrutado conmigo como si fueseis metidos en mi mochila.
Pero insisto, esto lo he conseguido gracias a vuestros mensajes de apoyo y gracias a que he sabido que me leíais cada día deseando leer la siguiente etapa como si fueseis protagonistas de esta historia…
Un millón de gracias por caminar conmigo…
Buen camino en la vida, compañeros…
